14 de julio de 2008


Edifica tu muro

Por Lorena Ravello
PEC Providencia

Muchas veces nos encontramos disfrutando de nuestra vida, tranquilos en nuestra rutina diaria y sin esperarlo, por supuesto, nos dan una “mala noticia”; una enfermedad, quedarse sin trabajo, una pelea con un ser querido, ves sufrir a la gente que amas … ¿Has sentido la sensación que te voltean un balde de agua fría? y de repente te encuentras derribado… tus muros han caído. Quedas vulnerable y no sabes qué hacer.

Un día mientras meditaba en la palabra Dios, el Señor me habló del ejemplo de Nehemías y los muros caídos de Jerusalén.

Nehemías, era el copero del Rey Artajerjes, en esa época (430 AC) era un cargo muy importante, claro que viviendo en la época posmoderna, nos parece algo insignificante, pero en los tiempos de Nehemías, el copero era el hombre de mayor confianza. El rey dependía de su copero para asegurarse de no beber jamás algo que estuviera envenenado, por lo que su copero tenía que ser alguien en quien el rey confíe plenamente. Era su consejero real, guardaespaldas, asistente, mano de derecha entre otros aspectos.

Nehemías, vivía en Susa capital de Persia. Había sido espectador del segundo regreso de los judíos a Jerusalén después del exilio en Babilonia; sin embargo, como gozaba de una buena posición como copero de rey, había decidido quedarse en Susa. Un día en sus servicios en el palacio del rey, pregunta qué había sido de sus hermanos judíos que habían regresado a Jerusalén…

Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.
Nehemías 1:3

Este fue “el balde de agua fría “que cayó sobre Nehemías, ¿Qué hizo Nehemías frente a esta situación?

Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y lloré delante del Dios de los cielos.
Nehemías 1:4

Nehemías se sentó y lloró. Así sucede, uno cae derribado y llora. Imagino a Nehemías con la cabeza entre las manos, lamentándose por sus hermanos judíos y por su amada Jerusalén, sin muros, sin su fortaleza, sin protección. Lloró, se lamentó, y sufrió su duelo, pero no se quedó allí, sabía a quien tenía en los cielos, y recurrió a las armas espirituales… ayuno y oración. Eso es lo que Dios espera de nosotros, que no nos quedemos en el dolor y la autoconmiseración, que reconozcamos que Él y solamente Él puede ayudarnos, y hacer el milagro.

Nehemías, se puso en la brecha, alguien debía reconstruir los muros de Jerusalén, y oró al Dios de Israel, pidiendo primero perdón por sus pecados, los de su familia y los de su pueblo, recordando las mismas palabras de Dios…

Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.
Nehemías 1:8-9

La oración de Nehemías, fue escuchada por el Dios de Israel y él empezó a mover las cosas para que este devastador panorama cambiaría su curso. Fue así que estando en el palacio, el rey notó su tristeza, y le preguntó qué le sucedía, Nehemías le explicó el motivo de su angustia, y Artajerjes le concedió su anhelo, ir a Jerusalén a edificar sus muros… imagínense lo que había sucedido, el rey de unos de los imperios más grandes de la época, estaba dejando ir a su mano derecha a edificar una ciudad que tal vez ni siquiera conocía. Es que cuando estamos en la perfecta voluntad de Dios, el Señor mueve el corazón del rey. (Proverbios 21:1)

Nehemías Llega a Jerusalén

El panorama era bastante desolador, pero él sabía que Dios estaba con él, tenía plena certeza en Su promesa. Y empezó a animar al pueblo a edificar los muros, después de todo era lo que Jerusalén necesitaba, sus muros, su protección, su fortaleza contra los enemigos. Nehemías les dijo como la mano de Dios estaba con él y la bendición del rey. (Nehemías 2:17-18)

El pueblo se animó; sin embargo aún en la perfecta voluntad de Dios el enemigo quiere desviarnos del camino y así le ocurrió a Nehemías, se levantaron en reiteradas ocasiones los enemigos de los Judíos, Sanbalat, Tobías y Gesem para arruinar la construcción del muro. Primero con ofensas y desanimándolos, y más tarde al ver que ellos no se desanimaban y seguían construyendo, conspiraron para destruir Jerusalén. Pese a está situación Nehemías nunca perdió su fe y su propósito y lo mas importante confiar en las promesas de Dios.

Muchas veces nos sucede así, nos gozamos cuando el Señor nos habla, y nos promete algo. Nos sentimos fortalecidos y pensamos que las cosas serán fáciles. Empezamos a trabajar por nuestros anhelos, pero siempre encontraremos oposición para nuestro MILAGRO. Muchos cristianos desmayan en estas situaciones y no pueden volver a levantarse, y no ven cumplir las promesas de Dios en sus vidas.

Nehemías nunca desmayó, estableció un plan de acción con el pueblo, y ellos se animaron y empezaron unos a otros a levantarse y a establecerse como Nehemías se lo había propuesto.

Nehemías estableció un Plan Infalible…


Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá.
Nehemías 4:16

Y eso es lo que el Señor quiere, cuando uno pasa por situaciones difíciles, quiere que ocupemos nuestra armadura y protección en el cuerpo, nuestra red de apoyo, nuestros líderes, amigos, familiares, personas que nos cubren en oración.

Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada.
Nehemías 4:17

Este versículo, fue el centro de toda la revelación de Dios. Para edificar mis muros, necesito con una mano trabajar y ocuparme en la reconstrucción y con la otra mano tener la “espada”. Qué es la espada en mi vida? Como lo dice el libro de Efesios, la espada es la palabra de Dios. No debe apartarse de nosotros la Palabra de Dios, eso es lo que nos vivifica, dirige y anima a seguir adelante para reconstruir los muros...

El resultado de la fe y perseverancia de Nehemías

Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra.
Nehemías 6:15-16

7 de julio de 2008


Libre… Pero Torcido.

Por Andrés Espejo Giacaman
Director Sede Providencia

Fue en el último verano, y mientras buscábamos un lugar para el Congreso PEC 2008, que caminando por las calles de Mendoza nos encontramos en la Plaza San Martin con una escena que nos llamó la atención. Justo en mitad de la plaza un árbol absolutamente “torcido” pero que tenía una “V” que hacia de apoyo para mantenerse erguido. En un perfecto argentino, Daniel Mahrt me dice: “Mirá Andrés, en la argentina no te limitan, sino que te apoyan cuando crecés…”. Sin más, tomé unas fotos pensando que en algún momento me podrían servir para ilustrar ciertas realidades que suceden con nuestra vida. No me equivoqué.


Muchas veces nuestra vida se comienza a empinar hacia dimensiones asombrosas, que sobrepasan nuestra propia imaginación. El follaje en la copa nos resulta prometedor y nos imaginamos un futuro sin límites. Seamos sinceros, mientras más crecemos más nos ilusionamos.

Ahora, sin ánimo de filosofar, este árbol me quedó en la retina, pensando en lo que implica crecer. Crecer no es fácil, demanda esfuerzo, dedicación, trabajo, visión y una serie de ingredientes más. Sin embargo, cuando llegamos a cierto punto, necesitamos de un “tutor”, un “consejero”, un “guía”. Es precisamente este el punto en el que este árbol me hizo detenerme. Por lo general nuestro deseo es crecer, desarrollarnos, mejorar, “hacernos un nombre”. Génesis 11:4. La pregunta es: ¿A qué precio? Podemos crecer, podemos ser grandes, pero Aquel que diseñó la vida, nos demanda aferrarnos a algo. No podemos crecer solos, necesitamos de un apoyo que nos proyecte en dirección de lo que queremos.

Cuando vi este árbol pensé: “es un árbol grande… pero torcido”. La ayuda que tenia era un apoyo que le permite crecer libremente, sin estorbo y mantener su línea de crecimiento. Torcida. Para muchos, este tipo de apoyo es ideal, les permite crecer sin presiones, dificultades o incomodidades, sin que afecte su “torcido estilo de vida”. Muchos son los casos que reflejan esto. Dios nos da su apoyo, su respaldo, nos ayuda a crecer, pero bajo ningún punto de vista nos dejará crecer torcidos, chuecos o desviados.

Por eso, cuando pedimos la ayuda de Dios, ¿qué buscamos? ¿Un apoyo o un tutor?

«No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno siembra lo que cosecha» Gálatas 6:7. NVI

Muchas veces buscamos de Dios lo que precisamente no obtenemos ¿Por qué? Su deseo es vernos crecer, pero Su esencia es dirigir nuestro crecimiento.

Si algo me gusta de Dios es que todo resulta sencillo cuando se entienden sus principios. Muchas veces queremos el PODER de DIOS, pero no Sus consejos, deseamos Su AMOR, pero no Su disciplina, Sus BENDICIONES, pero no Su mayordomía, en fin… queremos que Él nos apoye no que nos dirija.

Esto nos lleva a la última pregunta: ¿Ayuda o Tutor?

Creo que a eso se refiere: «Acérquense a mí, escuchen esto: Desde el principio, jamás hablé en secreto; cuando las cosas suceden, allí estoy yo. Y ahora el Señor omnipotente me ha enviado con su Espíritu. Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: «Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar». Isaías 48:16-17. NVI

Si algo me gusta del Señor, es que nos muestra las cosas de manera clara, resumiendo todo en un sólo mensaje: SÍGUEME.

Finalmente, cerca de la Plaza San Martín, en la mampara de un hotel se leía: “Vení, acercate, pasá y dejá que te cuidemos como vos te mereces”. (Hotel NH, Mendoza)

¡Que increíble! De un lado un árbol grande sin dirección ni control; del otro lado de la acera una invitación a ser tratados como gente especial. Se parece bastante a la vida ¿cierto?

30 de junio de 2008


Temor: ¿Te dejas atrapar o dependes del Señor?

Por Paula Escobar
PEC Providencia

Desde un tiempo a esta parte, el Señor ha estado obrando en forma muy especial; y me asombra la manera en que me habla y me enseña. Quiero compartir con ustedes lo que Él ha hecho conmigo en estos días.

Cuando fui a Israel, el Señor me habló muy claramente a través de una persona. Me hizo consciente de cuanto temor había en mi vida. Me di cuenta que esa sensación de que frente a cierta circunstancia algo me iba a ocurrir, siempre estaba ahí. Realmente vi que el temor no me dejaba avanzar y me mantenía paralizada.

En estos días y meditando sobre esto, me di cuenta, o mejor dicho el Señor me mostró, algo que no había visto antes. Esto es, el hecho de que el temor me hace olvidar por instantes quién es realmente Él y lo que hasta ahora ha hecho en mi vida y en las personas que me rodean. Quedé asombrada al ver cómo en un segundo todo quedaba atrás y que a ratos mi confianza en Dios se convertía (o se parecía) a la de cualquier persona sin Cristo. En esos instantes me sentía muy mal con el Señor. Sé que Él en su eterna misericordia perdona mi falta, pero no quiero que esto siga pasando, o por lo menos quiero trabajar con Él para mejorar esta actitud.

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” Isaías 41:10

“Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de la mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo.” Isaías 41:13

El temor es un aspecto que día a día nos toca en las distintas áreas de nuestra vida. Y, cada cual conoce sus temores…

Dentro de este aprendizaje, les digo que, aunque parezca ultra archi repetido, finalmente comprendí que la única solución posible es enfrentar nuestros temores. ¡Uy!, ustedes dirán, ¡¡¡Qué novedad!!! . Pero permítanme contarles el cómo yo lo he vivido.

La raíz de esto es que nuestros temores son muchos y variados, y Satanás lo sabe, así que sacará el máximo provecho posible de esta información, mientras se lo permitamos. Realmente ahora sé que si temo, (hablo genéricamente) es porque estoy mirándome a mi mismo primero antes que al Señor. Observo lo que creo que soy capaz de realizar, mis capacidades, mis defectos, mis fracasos, mis logros; miro cuanto me he preparado, me aferro de todo esto para enfrentarme a un nuevo desafío. O, si tengo que enfrentar algo que esta fuera de mi alcance, me aferro a mi humanidad, a lo racional y natural de la vida, sin ver lo sobrenatural de Dios. ¡¡Qué mal!! Yo misma me convierto en un ídolo…

“Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir” Isaías 48:17

“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.” Isaías 43:2

De pronto me vi enfrentada a esta pregunta: ¿Y dónde quedó mi dependencia en el Señor? Sí… Mi vida depende de Él. Tú y yo sabemos que nuestra vida depende de Dios. Pero, ¿es tan así? ¿Realmente estoy dependiendo del Señor? Sinceramente, muchas veces no es así.

Ahora vuelvo a lo de enfrentar mis temores. Me preguntaba: ¿No habrá otra solución? ¿Por qué mejor el Señor no se los lleva así no más? La respuesta estaba ahí y no la veía. Simplemente que al decidir enfrentar el temor estoy decidiendo creerle al Señor a pesar de todo lo que crea de mi misma y de las circunstancias. En esos momentos puedo decir que estoy dependiendo del Señor.
Quizá mi temor sea por una situación familiar difícil o una enfermedad, un nuevo trabajo, o no se, menciono algunas vivencias personales. Sin embargo, les cuento que he decidido querer ver en cada cosa un propósito. Hacer el ejercicio de recordar quién es el Señor, en quién he creído y las cosas que Él ya ha hecho. Buscarle y aferrarme a su palabra, alabarle y darle gracias.

Comprender que mi vida depende de Él me ha dado mucha paz en estos días y ha producido que lo sienta muy cerca de mí. Reconozco que no siempre es así, que es un trabajo del día a día. Pero he progresado y lo seguiré haciendo, porque mi caminar no es por vista, sino que es por fe: la clave que me muestra lo sobrenatural de Dios.

¡¡¡El Señor cambió mi vida y me ha hecho una persona muy feliz!!!

Te aliento a que esta semana pienses en tu vida diaria y evalúes cuanto realmente estás dependiendo del Señor. Bueno, esto es entre tú y Él; y te propongo meditar en el versículo Isaías 40:12-31.

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