5 de octubre de 2008


Nuestro anhelo, nuestro milagro.

Por Romina Arancibia M.
PEC Providencia

Hace meses que con mi esposo perseguíamos la ilusión de un hijo (a). Imaginábamos como sería; su nombre, sus travesuras…pero el tiempo pasaba y no teníamos novedades.

Ideas en mi cabeza y en la de Mauricio hablaban sobre la imposibilidad de tenerlos, ideas que se hacían cada vez más recurrentes, que nos llevaban a olvidar el gran poder de Dios.

Comenzamos a visitar a un especialista en fertilidad para que nos orientara sobre los pasos a seguir. De inmediato me pidió un seguimiento folicular para determinar las distancias entre mis ovulaciones y con eso comenzó un ir y venir hasta el día de la ecografía.

El día que esperábamos llegó. El doctor dictaba a su secretaria todo lo que veía en la ecografía: Lesión quística unilocular en la región anexial izquierda, desplazado hacia el espacio vésico-uterino que mide 54 x 35 x 60 mm… y mi estómago se apretó.


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Cuando Mauricio y mi mamá se enteraron, palidecieron, ni siquiera mis bromas les quitaron las caras de preocupación. El doctor dijo que por el tamaño del quiste era necesario hacer una laparoscopía y el miedo del que siempre había sido presa volvió a mi.




El doctor intentó darnos tranquilidad y fijar una fecha, pero antes decidió darse unos días, pues según dijo los quistes habitualmente cambiaban su forma y era probable que se achicara o agrandara aún más…

Había que esperar ¡Algo que tanto me cuesta! Que siempre me ha costado, que me ha llevado a la imprudencia, y por ende, a tomar malas decisiones, a no escuchar la voz clara del Señor.


“Confía en el Señor de todo corazón,
Y no en tu propia inteligencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
Y Él allanará tus sendas.
No seas sabio en tu propia opinión;
Más bien, teme al Señor y huye del mal”
(Proverbios 3:5-7. NVI)

En oración Dios le mostraba a mi líder la causa de la existencia del quiste y me liberaba con su infinita misericordia de una gran carga.

“Tu conducta y tus acciones
Te han causado todo esto”
(Jeremías 4:18. NVI)
Desde ese momento mi esposo bendijo mi vientre y comenzamos a doblar las rodillas para pedirle perdón a Dios. Todos los días nos uníamos en oración para pedirle que se manifestara en nuestro matrimonio y que su voluntad viniera a nuestras vidas.

“Señor ten compasión de nosotros;
Pues en ti esperamos.
Sé nuestra fortaleza cada mañana,
Nuestra salvación en tiempos de angustia”
(Isaías 33:2. NVI)
Después de tres semanas fui a hacerme una segunda ecografía para revisar la evolución del quiste. Mauricio no pudo llegar a tiempo y entré sola al box. El doctor comenzó con el procedimiento, de pronto, me dice- ¿En qué parte estaba?- no sé exactamente- le respondí, con un nudo en la garganta, presintiendo que Dios había hecho su obra.


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El quiste había desaparecido
y nuestra alegría era tan grande, tan grande que sólo podíamos abrazarnos y dar gracias a Dios por su fidelidad y amor sin condiciones.








Dios me permitió perdonarme y volver a sentir la maravilla de ser libre en Él.

“Olviden las cosas de antaño;
Ya no vivan en el pasado.
¡Voy a hacer algo nuevo!
Ya está sucediendo ¿No se dan cuenta?
Estoy abriendo un camino en el desierto
Y ríos en lugares desolados.”
(Is 43:18-19. NVI)

Su amor no tiene límites, ni variaciones.
Bendiciones.

Romina

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