21 de abril de 2008


¿Qué significa sentirse amado?

Por Angélica Scozia

Generalmente para sentirnos amados, necesitamos saber que somos importantes y necesitados, que somos la persona en la cual se centra esta expresión de amor, queremos sentirnos el foco de atención para que este amor nos satisfaga, que sean llenadas nuestras necesidades, o las que creemos que son nuestras necesidades porque son las que nos inquietan en el presente.

Pero el amor de Dios no es realmente centrarse en nosotros, sino que Él se mantenga en el centro, que Él sea el foco de atención y sea glorificado.

Morir a nosotros mismos puede parecer un sufrido caminar necesario para servir al Señor, sin embargo; con el tiempo logramos comprender que en realidad es dejar de lado querer satisfacer sólo nuestras necesidades inmediatas, por experimentar la plenitud de SU PRESENCIA, la que realmente nos llena de gozo. Debemos romper con la esclavitud de centrarnos en nosotros para enfocarnos en el verdadero tesoro que es Él.

Antes de morir, Jesús dice: “Ahora todo mi ser está angustiado, ¿y acaso voy a decir: Padre, sálvame de esta hora difícil? ¡Si precisamente para afrontarla he venido! ¡Padre, glorifica tu nombre! (Jn 12:27-28)

Jesús manifestó su amor por nosotros, y su fin fue siempre glorificar al Padre. Cuántas veces tratamos de evitar el sufrimiento de las personas que amamos, sin embargo, debemos comprender que nuestra verdadera expresión de amor debe ser el buscar que Dios se glorifique en sus vidas y en la nuestra. Nuestros amigos y personas cercanas que no comprenden de Dios, nos recriminan… "¿Y no es esto un poco egocéntrico de su parte?" y cómo explicarle a quien no lo ha experimentado, que la presencia de Dios en nuestras vidas nos hace sentir realmente plenos…que el vacío que cada hombre experimenta tiene la forma de Dios.

“Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí.” (Jn 17:22-23)

“Así todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu”. (2 Co 3:18)

Mediante las pruebas, al enfrentarnos a nuestros conflictos y optar por SU VOLUNTAD y no la nuestra, estamos siendo transformados a la semejanza de Cristo y glorificándole.

Darle gloria a Dios es alabarle, glorificar a Dios es rendirle homenaje, reconocerlo como el único soberano y fuente de todo bien. Comprendamos entonces, que Jesús es el BIEN para nosotros y que éste nos es dado por SU AMOR. Sintámonos profundamente amados por Él.

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