23 de marzo de 2009


Transportando su Gloria

Por Sebastián Oyarzún.
PEC Providencia.

Introducción

Cuando Josué conduce al pueblo de Israel a la tierra entregada por heredad (1451 a.C aprox.), éstos comienzan a conquistar varias tierras, que de acuerdo a la promesa entregada por Dios a Abraham (Gn 12: 1 – 3), sería la tierra prometida, pero Josué no alcanzo a conquistar todas estas tierras.

Una de ellas era la tierra de los Filisteos (Jos 13: 2 - 3). Los Filisteos habitaban en la llanura de la costa de Canaán, probablemente eran descendientes de varios pueblos marítimos del mediterráneo, tal vez de la isla del mar Egeo, los que habían invadido las regiones costeras de Canaán y Egipto. La posición de los Filisteos en la costa era tan fuerte que el Señor escogió otro camino para evitar que los Israelitas pasaran por el territorio de este pueblo (Ex 13:17). Durante la época de los Jueces, Sansón lucha contra los filisteos (Jue 13, 14, 15, 16), lo hicieron también Samgar (Jue 3: 31) y Samuel. Pero es con Samuel donde quisiera profundizar ya que a la luz de la Palabra se dan ciertas situaciones que nos pueden enseñar mucho acerca de nuestro Dios.

Sabiendo entonces que los Filisteos eran un pueblo fuerte, Samuel (último de los Jueces), dirige al pueblo de Israel para encontrarse en batalla nuevamente con los Filisteos (1S 4: 1), pero éstos vuelven a ganar la batalla contra Israel, esta vez caen cerca de cuatro mil hombres. Evidentemente el suceso golpea fuerte al pueblo de Israel, ellos no logran entender cómo su Dios los hiere con esta derrota. Pues bien, toman una decisión, determinan traer el arca del pacto al lugar de la batalla; lo que ya se venía repitiendo desde hace varios años.

Un paréntesis:

El arca del pacto: Se le conoce como el arca del pacto, arca del testimonio o arca de Dios. Era el cofre sagrado del tabernáculo y del templo, este arca entre otras cosa simboliza el trono de Dios. Cuando Jehová le ordena a Moisés la construcción de este cofre, le declara: “Y de allí me declararé a ti y hablaré contigo”(Ex 13: 22). Sabemos que el arca se situaba en un lugar denominado “santísimo”, y que realmente se declaraba la gloria de Dios a través de este cofre.


Continuando con la historia, el pueblo lleva el arca hasta el lugar de batalla (1S 4: 4). Cuando el pueblo de Israel oye la noticia se levanta con gritos de júbilo (la Palabra de Dios dice que la tierra tembló), pues sentían el respaldo de Dios, por otro lado los Filisteos oyeron los gritos de júbilo y tuvieron miedo, porque sabían que el arca estaba en el campamento de los hebreos. Ellos dijeron: “Dios ha venido hasta acá, ¡hay de nosotros!” (1S 4: 8) pero con el peso del miedo se alentaron y volvieron a entrar en batalla y nuevamente derrotaron a Israel, esta vez cayeron treinta mil hombres, y es aquí donde ocurre lo que yo quisiera exponer.

Los Filisteos roban el arca del testimonio (1S 4: 11). La noticia fue devastadora para los hijos de Israel. Fue tan fuerte que se oían griteríos de angustia en el campamento (1S 4: 14). Elí, Sumo sacerdote, cae de espalda por la noticia y muere desnucado (1S 4: 18), también su nuera que estaba encinta, al enterarse, tiene dolores de parto y da a luz (1S 4: 19). Era tal la amargura, que su hijo recibió el nombre de Icabod (Sin gloria), precisamente porque ella declara que: “Gloria de Dios es traspasada al haber sido tomada el arca de Dios” (1S 4: 21).

El arca del pacto permanece en posesión del los Filisteos 7 meses (1S 6: 1), durante todo ese tiempo fueron castigados severamente por Dios. Hubo pestilencia sobre los habitantes. (1S 5: 6 - 9). Finalmente el arca del pacto es devuelta a Israel sobre un carro tirado por vacas y permanece durante 20 años en la ciudad de Quiriat – jearim, en casa de Abinadab, y su hijo Eliazar fue quien la custodió durante todo este tiempo.

Desarrollo

David en el trono de Israel (1048 a.C aprox), propuso en su corazón traer el arca del pacto de Dios a la capital (Jerusalén). Comienzan los preparativos (esto es realmente un gran acontecimiento), reúne a todos los escogidos de Israel; treinta mil personas (2S 6: 1). Yo me imagino que eran personas muy importantes en la sociedad de aquel entonces.

Luego ponen el arca de Dios en un carro nuevo y la llevan de la casa de Abinadab hasta su destino final en Jerusalén. El pueblo entero danzaba con toda clase de instrumentos: arpas, salterios, flautas, címbalos etc. (2S 6: 5). Cierro mis ojos e imagino un pueblo entero celebrando tal acontecimiento, la gloria de Dios era llevada hasta la capital. Por fin el Señor era puesto en el lugar donde correspondía, les era devuelto el gozo a todos los Israelitas, todo era celebración y disposición de adorar a Dios, no había motivos para que algo les quitara el gozo.

“Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes tropezaban. 7 Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y calló allí muerto junto al arca de Dios.” (2s 6: 6 - 7). ¡Qué terrible!
Otro paréntesis:

Uza: Levita, descendiente de Merari e hijo de Abinadab (1 S 7.1).

Analicemos lo que acontece en este pasaje. Todo era fiesta y alegría, pero ocurre un hecho fatal. Me pregunto: ¿Acaso Dios no estaba también compartiendo la felicidad con su pueblo?, ¿Por qué Dios permitiría un hecho así, si aparentemente todo cumplía con su voluntad?, recordemos que la voluntad de Dios era habitar en medio de su pueblo.

La muerte de esta persona fue algo muy triste, David cambió su felicidad por una condición de tristeza, se sentía desaprobado por Dios. La biblia dice: “Y se entristeció David por haber herido Jehová a Uza, y fue llamado aquel lugar Pérez-uza hasta hoy, y temiendo David a Jehová aquel día, dijo: “¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?”. (2S 6: 8 – 9)

Imagínense esta escena, una gran caravana celebrando y cantando a su rey eterno, todos felices y de pronto, alguien cae muerto. Toda la muchedumbre queda congelada por algunos minutos, algunos no pueden explicar lo sucedido, otros intentan seguir con la algarabía para evitar lamentaciones, muchos toman sus cosas y se retiran de la celebración, es tal la decepción que prefieren evitar las preguntas en sus corazones y se retiran sin más. Otros miran el rostro del rey David, el cual no puede ocultar la tristeza que lo embarga, en otras palabras la gran fiesta es aguada y se transforma en un funeral. Si alguno de ustedes ha estado en una situación así, me imagino lo confuso y decepcionante que puede ser.

¿No debería David haberse hecho mucho antes la pregunta: “Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová”? (2S 6: 9). Claro que sí, David obvió varios detalles respecto a cómo debía transportarse el arca del pacto, y no sólo el arca, si no que todo el mobiliario del tabernáculo. Quizás a nuestros ojos podríamos justificar el acto y la forma en que operó David en la celebración, él tenía alegría en su corazón, había un corazón dispuesto, pero esto no fue suficiente. Dios cumplió su palabra por sobre todas las cosas, Él siempre nos deja las instrucciones para poder guiarnos en la vida.

Recordemos algunos de estos detalles olvidados, en el libro de Números, están las instrucciones entregadas por Dios a Moisés (que por cierto eran traspasadas de generación en generación). Núm. 1: 51 dice: “Y cuando el tabernáculo haya de trasladarse, los levitas lo desarmarán y cuando el tabernáculo haya de detenerse, los levitas lo armarán; y el extraño que se acercare morirá”. Y continúa Núm. 3: 31: “A cargo de ellos estarán el arca, la mesa, el candelero, los altares, los utensilios del santuario con que ministran, y el velo con todo su servicio”. Y por si fuera poco, en Núm. 4: 4 – 15, Dios le declara cada una de las tareas a realizar. Detengámonos en el versículo 15, la instrucción es: “Y cuando acaben Aarón y sus hijos de cubrir el santuario y todos los utensilios del santuario, cuando haya de mudarse el campamento, vendrán después de ello los hijos de Coat para llevarlos; pero no tocarán cosa santa, no sea que mueran. Estas serán las cargas de los hijos de Coat en el tabernáculo de reunión”. Esto es respecto a tocar cosa santa, pero el versículo 20 del mismo capítulo 4, Dios declara: “No entrarán para ver cuando cubran las cosas santas, porque morirán”, esto es respecto a mirar cosa santa.

Si nos detenemos en estos pasajes, podríamos sostener que si David no hubiera obviado estos detalles todo hubiera sido diferente. La fiesta jamás hubiera terminado, recuerden que eran treinta mil personas festejando, celebrando a Dios, pero falló en un detalle que marcó demasiado la diferencia, de hecho muchos filisteos murieron por no conocer las instrucciones al mirar el arca (1S 6: 19), aún siendo un pueblo pagano. Primero que todo el arca jamás debió trasladarse sobre un carro tirado por bueyes, sino sobre los hombros de los levitas, por lo mismo, el arca tenía barras para el transporte (Ex 25: 14), esa siempre fue la orden.

Concluyendo:

Hoy en día bajo la Gracia y no la Ley, Dios nos demanda esta misma verdad, recordemos que somos templo del Espíritu Santo y ya no nos pertenecemos a nosotros mismos: "¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. (2Co 6: 16 – 18) y añade: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. (1Co 6: 19 – 20).

A la luz de la palabra: ¿Creen ustedes que así como Dios dejó una orden en el antiguo testamento para trasladar el tabernáculo con su propia presencia en medio de un pueblo, no ha dejado también un orden para que tú y yo seamos transportadores de su gloria a través de nuestros cuerpos a esta sociedad necesitada de Él?

Pues sí, Jesucristo nuestro salvador y sumo sacerdote, nos ha dado la dicha de llevar a Dios en nuestro corazón cuando lo aceptamos, también ha puesto su Espíritu Santo en nosotros, hemos sido bautizados por el Espíritu de Dios y también por agua, definitivamente Dios ha dejado un orden en todo.

Cumplir este orden también involucra toda nuestra casa (nuestro corazón), debemos limpiarla, desechar la ira, el orgullo, el rencor y aprender a perdonar a nuestros adversarios, y por sobre toda las cosas amarlo a Él y a nuestro prójimo, si somos capaces de dar el primer paso, sé que Dios recompensará esa fidelidad.

Cada uno pruebe a nuestro Señor en esto: pidámosle que revele a nuestra mente y corazón aquellas instrucciones que no hemos querido ver. Preguntémonos, si como el Rey David, hemos estado gozosos y de pronto perdemos esa felicidad y la comunión con Dios. ¿Recuerda que causó ese quiebre? Y por último, ¿Qué originó la causa que terminó con su gozo?

Quisiera terminar diciendo que somos muy privilegiados de poder ser transportadores de la gloria de Dios en nuestras vidas, esto es realmente grande. Servimos a un Dios real, grande y temible, si no queremos obviar esas instrucciones, la mejor forma es conociendo a Dios y para conocerle hay que escudriñar las escrituras, ”Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” (Jn 5: 39), y por último:

¿Estás preparado para transportarlo en tu corazón?

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