2 de marzo de 2010


Un terremoto al corazón

Nuestro país ha caído bajo la impresionante calamidad de un terremoto que ha asolado todo el territorio. Las imágenes en los noticiarios, las entrevistas por la radio, las publicaciones en internet dan cuenta de cuán grave ha sido este “movimiento” que sobrevino a nuestra nación. Son muchas las víctimas, son muchos los desamparados, los hambrientos, a oscuras, sedientos, y heridos; sin embargo, son aún muchos más los que se encuentran confundidos sin una explicación. Surgen tantas preguntas; aparecen tantas explicaciones. Nadie entiende a ciencia cierta qué fue lo que sucedió.

La catástrofe sobrevino en la más absoluta obscuridad; en la medida que el día resplandecía pudimos ser concientes de la magnitud de la catástrofe: ciudades “arrasadas”, pueblos abandonados, gente desaparecida, otros incomunicados. A pesar de lo desolador del panorama, el correr de las horas y los días han mostrado la peor cara de esta tragedia. Cientos de hombres y mujeres aprovecharon el caos, el desconcierto y la indefensión para saquear, destruir, ultrajar y violentar a sus mismos conciudadanos. Un reportero, al ver las imágenes dijo:

“Aquí vemos que existen dos clases de chilenos: los buenos y decentes, y los desalmados, del lumpen, los que no merecen llamarse chilenos…”.

Entiendo la impotencia de este periodista y todos aquellos que dicen: “¡Cómo puede haber gente así!”. A pesar de lo duro que parezca, en estas circunstancias la Palabra de Dios nos habla acerca de la realidad del corazón. Esta realidad trasciende la nacionalidad, la región, o la cultura. El corazón del hombre es igual en todos. La Biblia dice: «La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos» Salmo 36:1. Todos estos actos de “impiedad” demuestran claramente que no hay conocimiento de Dios en sus vidas, y por ende, tampoco hay amor, respecto, bondad, ni nada de lo que caracteriza a Dios.

Ante tal realidad, cada uno de nosotros debiésemos preguntarnos: “Si yo estuviese en esta situación ¿cómo reaccionaria?”. Aunque todo ha su alrededor está en el piso, el corazón de estos hombres sigue exactamente igual. Todo en su interior no se ha movido un ápice siquiera. En su interior, toda la maldad, el orgullo, la arrogancia, la falta de amor y rectitud ante Dios, se encuentran intactos. Están como rascacielos en una urbe cosmopolita.

Entonces, si su corazón no ha sido impactado, si sus vidas no han sido quebrantadas, si no han tenido un genuino arrepentimiento, ¡por qué debiesen actuar de otra forma!

El Salmo 36 continua diciendo: «Cree que merece alabanzas y no halla aborrecible su pecado. Sus palabras son inicuas y engañosas; ha perdido el buen juicio y la capacidad de hacer el bien. Aun en su lecho trama hacer el mal; se aferra a su mal camino y persiste en la maldad» vv. 2-4 NVI. Para Dios, todo pecado es igual; por esta razón aquello que ha nuestros ojos es tan abominable y descarado, es comparable a todas aquellas cosas que en lo cotidiano hacemos. Lo más trágico del terremoto está aún por verse, cuando pase el tiempo, cambien las noticias y el corazón continúe exactamente igual, sin percibir que aunque todo alrededor está por el suelo, la posición frente a Dios sigue siendo la misma: La arrogancia de pie y la altivez como estandarte.

El primer llamado que hacemos a toda la nación es este: «Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar, y de él recibirá misericordia» Isaías 55:6-8.

Design by Dzelque Blogger Templates 2008

CENLIMI Providencia - escríbenos: cenlimiprovidencia@gmail.com