11 de agosto de 2008


En busca del tesoro perdido

Por Rodrigo Peña
PEC Providencia

Estas últimas semanas han sido difíciles de llevar. Los motivos son diversos: mucho trabajo, poco sueño, momentos de silencio no existentes, almuerzos de 15 minutos y con comida hecha en 10 minutos y más encima hecha por mí…uf! Con todo esto en la espalda, lo que más me ha quitado el sueño ha sido lo complicadas que son o que somos algunas personas. ¿En qué minuto de la vida dejamos de ser inocentes? ¿Qué nos pasó que ya no sonreímos cuando alguien nos mira en la calle? ¿Por qué ya nadie nos pellizca las mejillas y nos dice “que lindo el gordito”? en qué segundo de nuestra existencia dejamos de parecernos a Topo Gigio y empezamos a comer como Taz?... definitivamente perdimos un gran tesoro…


Kristin ven a comer, deja de jugar con la Greta y ven para lavarte las manitos!” - grita Soraya, firme pero suavemente como sólo una madre puede llamar a su cachorrito.

“Ya po Kristin, se está enfriando tu sopita, apúrate!" - Nada, lo único que recibe como respuesta es la frase radial de la emisora “ flaite” del vecino que suena para toda la manzana.

Kristin! Ven inmediatamente! Uno, dos, tres, cuatro…veinticinco… cincuenta y dos…!, Qué pasa que este poroto no viene?” - decide ir a investigar…

Por alguna orden venida del cielo, Soraya se detiene y se limita a observar la curiosa y tierna escena: Kristin y Greta, su mejor amiga, encaramadas en la misma silla. Kristin parece querer jugar y empuja a su canina compañera para que se baje y comiencen a correr… pero ella no responde…



“Qué pacha Gueta? Baje chilla! Ah, Gueta pechá!”
- Greta apenas la mira como implorando descanso.

Gueta, qué pacha?” - y, en un acto innato y delicioso, pone sus pequeñas manitos sobre la cabeza de Greta y, en su dialecto exquisito susurra, con sus ojitos cerrados: Jechú, mén… - abre sus lamparitas, la mira, vuelve a mirarla y finalmente le pregunta: Pachó? Vamo jugar?”

Soraya… sólo se sonríe emocionada y espera que Kristin termine de ocuparse en " las cosas de su Padre”, para venir a comer.





Oli, que estás haciendo? Estas viendo una peli! Que interesante! Qué estas viendo?”
- pregunto sólo para escuchar otra vez, el rico acento infantil bonaerense que nos tiene a todos con babero-.

“Estoy viendo la princesa Maripo-cha!” - Ah, la princesa mariposa!, “ No, ma-ri-po-cha!” - responde como suele hacerlo. Le encanta hablar moviendo sus manitos y bailando al ritmo de alguna musiquilla interna que suena en su pequeña cabecita llena de cosas bellas.

Está bien, maripocha. “No, maripooooocha - En fin, sólo me queda rendirme ante mi desconocimiento de la gramática “Oliviana”-.

“Oye Oli, que estás grande!” - “No, estoy feliz!” - Ahora sí me río y me rindo definitivamente ante su majestad la niñez -.

“Papá, quiero ir a jugar a la plaza!” - grita Baruc buscando la atención de Gabriel que conversa amenamente con Panchi y el resto de la familia Reyes Strappa-.

“No Baruc, no podemos, lo que pasa es que llovió y la plaza está muy mojada, te puedes resfriar” - Gabriel sigue parloteando y Baruc, mientras tanto, desaparece de escena en silencio, cosa que a nadie pareció extrañarle, siendo algo inusual en él que responde ante toda afirmación o pregunta adulta por complicada que esta sea.

- De pronto, reaparece Baruc con su hermoso chaleco, pelo largo y cachetes rosaditos, con un paño grande y un poco sucio en su manito derecha…

“ Ya papá, vamos a la plaza!” - “ Pero Baruc, ya te dije que está mojada!
“Papá, este paño sirve para secarla porque no tiene hoyos!"

- Todos, pero todos, la familia en pleno, pensaron al unísono: “De donde salió este enano exquisito?”, y no pudieron seguir conversando adultamente. Ahora el foco de atención era una vez más, absoluta y merecidamente, UN NIÑO”.

Pensemos en lo siguiente:

Todos fuimos niños. Todos hablamos dialectos parecidos al español (bueno algunos nunca dejamos de hablarlo), comimos algo que se nos calló al suelo, nos comimos y, perdónenme los escrupulosos, los “ loritos”; nos bañamos en tinas de plástico a escala, tuvimos piojos, anduvimos con la rodillas peladas por tanto porrazo, vimos dibujos animados comiendo cereales, nos sentamos a almorzar en la “mesa de los niños” en las reuniones familiares, nos enamoramos perdidamente de alguien mayor que nosotros (de 6 años por ejemplo), usamos pañales y tuvimos el “popó” cocido, comimos tierra como quien come chocolate, fuimos al baño en WC también a escala, anduvimos en filita tomados del delantal del compañerito de adelante en el paseo del jardín, por mucho tiempo los adultos fueron nuestros “tíos”, etc. Alguna vez fuimos bellos e inocentes. Pero, repito, ¿qué nos pasó? En qué nos hemos convertido?

Usando la imaginación espiritual, si me permiten llamar así al ejercicio de crear escenas que pudieron ser para aclararme algunas cosas, me puse a pensar cómo sería el Señor Jesús cuando niño. Porque alguna vez lo fue. Lo siento por los que creían que siempre fue adulto y preocupado por las cosas eternas. No, alguna vez se ocupó de sólo jugar, comer y descansar. Me imagino al pequeñito Señor jugando con José en su taller. Corriendo entre las mesas y banquetas recién cepilladas. O enterrándose con sus amigos del barrio en los restos de aserrín y viruta en el mismo taller. O aún más pequeño, mamando en ese acto sublime e íntimamente celestial en que se une la madre y su hijo, para luego botar los “chanchitos” ayudado por la mano de María en su pequeña espaldita. En fin, creo que debió haber sido un niño maravilloso. Como todos los niños. Como lo fuimos nosotros hace unos años.

En la Biblia el Señor demuestra un especial cariño y afecto por estas pequeñas personitas. Y estoy convencido que es en esa maravillosa etapa de la niñez cuando se nota con más fuerza y calidez esa “eternidad” que Él ha puesto en nuestros corazones desde la creación:

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en le corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11)


“Todo lo hizo hermoso en su tiempo…”,
eso es lo que vemos en los niños. Hermosura celestial, calidez del mismo creador, amor incondicional y puro proveniente del mismo Dios, vemos a Dios mismo reflejado en pequeños pedacitos que pululan y nos hacen felices.

“De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza”
(Mateo 21:16)


Lo que sale de la boca de un niño, esas pequeñas palabras a veces sin ilación es el mismo lenguaje de Dios. Palabras inocentes, sin mentiras, sinceras, sin malas intenciones, palabras muchas veces de aliento para nosotros los adultos, o no? No es casualidad que la esta frase anterior fuera pronunciada por Jesús durante el episodio de la purificación del templo. Un lugar que debió y fue concebido como lugar de oración. Un lugar en donde se expresan alabanzas y esas palabras que sólo provienen del corazón, convertido en un espacio para el robo, la estafa, la mentira, le codicia, etc. Exactamente en lo que nos hemos convertido. Hemos cambiado la pureza y todas las bellas características de niño por las, por decirlo de una manera suave y educada, malas evidencias de “vendedores en el Templo” de Dios.

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios, de los entendidos, y las revelaste a los niños”
(Mateo 11:25)


Es triste pensar en que perdimos este tesoro. La caída nos hizo despojarnos de todo lo maravilloso y bello que teníamos en el principio. Nos hizo dejar de parecernos y ser un reflejo natural e innato de Dios. Lo teníamos todo, sabíamos todas las cosas, le podíamos preguntar al Señor mientras paseábamos por el Edén lo que se nos ocurriera. Pero fuimos expulsados y todas las cosas, incluyendo al mismo Dios, pasaron a ser un misterio. Creo que esa “información perdida” de laguna forma sobrenatural e inconsciente viene en los pequeños corazones de los niños. Es la única forma en que me explico conductas tan naturales y bellas como Kristin orando por su fiel amiga Greta.



Definitivamente “esas cosas” Dios se las ha revelado a los niños.

“…y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”
(Mateo 18:3)


¿Has pensado a qué se refiere el Señor al decir que nos volvamos como niños?

Seguramente, a estas alturas, ya sabemos a qué se refiere. Pero, me imagino que sabes que en nuestras fuerzas no lo podemos lograr. Sólo con el poder sobrenatural del Señor y su Espíritu podemos volvernos como alguna vez fuimos creados. Sólo a través de la sangre de Jesús y su resurrección es que podemos recuperar lo que perdimos neciamente. Absolutamente somos lo que hemos vivido y pasado en la vida. Pero podemos cambiar. Podemos dejar de ser amargados, porfiados, ciegos, mentirosos, envidiosos, pocos santos, y todas las características poco agradables de adultos que se nos ocurran. Podemos y debemos orar para lograr volver a ser inocentes, tiernos, puros, llenos de paz, sin estrés, darnos tiempo para jugar, reír, comer golosinas, descansar abrazados de nuestra mascota fiel; de unirnos en ese acto eterno de comer sin restricciones de tiempo con nuestros padres o las personas que queremos. Podemos volver a tener una mirada transparente, ojos limpios y manos sucias pero no con pecado, sino con tierra de la placita. Volvamos a tener la boca manchada no con malas palabras sino con chocolate, Nutella, o salsa de tomate. Tengamos la cabeza sucia, no con malos pensamientos e intenciones malvadas, sino con jugo de alguna rica fruta exprimida por algunos de nuestros hermanos o amigos sobre nosotros.

“Y le presentaron niños para que los tocase; y los discípulos (adultos) reprendían a los que los presentaban.
Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mi, y no se los impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en el.
Y tomándolos en sus brazos, poniendo las manos sobre ellos, les bendijo” (Mateo 10:13-16)


Yo quiero entrar al reino de Dios, quiero volver a mi hogar añorado, quiero respirar la presencia de Dios, quiero llorar recordando que nunca debí partir, quiero volver a ser como algún día fui: un niño que sólo quiere ser abrazado por su padre y permanecer allí para siempre. Quiero ser tomado en los brazos de Jesús, tocado por sus manos y bendecido por El. Y tú lo quieres?...
Volvamos a ser como niños, recuperemos el tesoro perdido!

Bendiciones

Rodrigo Peña


PD: Debo hacer mención especial de las pequeñas personitas que han cambiado para siempre mi visión de la vida y que me han hecho pasar de ser un adulto poco querendón con los niños a un adulto cariñoso y capaz de jugar con estos lindos enanos

1.- Kristin (1 año 11 meses) es mi única y “única” sobrina, hija de mi única hermana Soraya. Es maravillosa, no me canso de verla crecer y hacer todo lo que divertidamente hace.
2.- Oli (2 años 2 meses) es sobrina de mi única novia y futura esposa Fran. Apenas la conocí me di cuenta de lo especial que es. De partida nació en Buenos Aires, de ahí su acento deleitoso para los oídos.
3.- Baruc (2 años 11 meses) es hijo de Gabriel, hermano de Fran. Es un niño inteligente y conversador de las cosas de la vida. Nos enseña a todos que las cosas son más simples de lo que creemos y no debemos complicarnos.

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