23 de junio de 2008


Somos tan parecidos a los tiempos de los Jueces.

Por Gail Guerrero
Pec Providencia


En general, los periodistas tienden a la especialización para el mejor ejercicio de la profesión. En este sentido, y recién titulada, conocí el mundo minero y me fascinó. A fin de mes cumplo 10 años como periodista contratista prestando mis servicios comunicacionales en Minera Los Pelambres (ubicada en Salamanca hacia la cordillera, IV Región). Precisamente, a principios de junio, mientras grababa en faena las maniobras de preparación de los 1080 metros de cinta transportadora, que serán cambiados próximamente en la correa 7 del sistema de transporte de mineral, el Señor me llevó a leer al interior de un container y durante un tiempo muerto que se produjo producto de la falla de un equipo el libro de Jueces.

Alguna noción tenía de estos tiempos, porque fue parte del estudio bíblico que hice en 2007 en Tierra Santa, junto al grupo que viajó ese año a Israel, en el marco del programa (Moshav) que lidera César Vidal. Y ahora que lo pienso, somos tan parecidos a las tribus que heredaron la tierra siguiendo a Josué.

Es tan frágil nuestra memoria, que cuando las cargas se tornan más pesadas, cuando las respuestas no coinciden con nuestros anhelos, incluso cuando todo funciona a la perfección y nos acostumbramos a ello, desconocemos las maravillas que Dios ha hecho en nuestras propias vidas, olvidando por cierto que las hizo por gracia, por misericordia, por Su profundo e infinito amor, y no por las obras que realizamos. Y volvemos a hacer lo malo ante los ojos de Dios. Nuestro Padre, a quien decimos amar más que a la vida propia, queda relegado al segundo puesto, incluso al último, y pasan a robar su lugar aquellos “ídolos” nacidos de la carne y los que provienen de nuestra amistad con el mundo.
En tres meses más cumpliré tres años de haber aceptado a Jesús en mi corazón. Mi vida cambió por completo. Hoy, gracias a la Adoración, estoy aprendiendo a rendirme al Señor. Sin embargo, viví sin una relación íntima con Dios durante 32 años, un tercio de mi vida sin un propósito, y nunca encontré algo parecido a Experimentar el Amor del Señor. Es que no existe, porque en el mundo nadie ha sacrificado a su hijo por amor a mí, nadie ha decidido dar su vida por mí.

Y siendo conscientes de aquello, enamorados completamente de Jesús, aún así terminamos haciendo lo malo ante los ojos de Dios.

Después de leer Jueces, el Espíritu Santo me convenció de que el Primer Amor no sólo debe disfrutarse cuando uno es “nuevo”, se trata de una pasión que debemos cultivar eternamente. Por nuestra naturaleza caída, la única opción válida que tenemos para no separarnos de Dios es manteniendo su amor primero, segundo y tercero en nuestro corazón. Este es el único camino que podemos y debemos aceptar, como cristianos. No hay ruta alternativa para nosotros, porque las otras sendas que existen son para el tránsito de los dioses ajenos.

Sin Jueces, las tribus no hubiesen logrado sostenerse en el tiempo. De aquí entonces la madurez que debemos tener y no ver como un fastidio el llamado insistente que nos hacen nuestros Líderes de buscar constante y consistentemente la presencia de Dios. Es que un segundo que dejamos de orar, de hacer nuestro devocional, de adorar y alabar al Señor, de congregarnos, de usar nuestra armadura, de cumplir los compromisos que hemos establecido con nuestros diferentes ministerios, volvemos a hacer lo malo ante los ojos de Dios.

Al menos yo, no quiero ser como las tribus de los tiempos de los Jueces. Jamás. Me revelo ante esa posibilidad, la rechazo en mi vida, incluso la ato. Pero también debo arrodillarme y confesar que nada bueno puede salir de mí, sino es por obra de mi Señor. Nada soy sin ti Señor, nada.

“Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente”, Jueces 6:12. Esto me da esperanza, que sólo tengo que esforzarme y ser valiente, porque mi Dios hace el resto, Él pelea por mi corazón, Él pelea por su posesión, Él pelea por su conquista, Él pelea por la niña de sus ojos, Él pelea por su Gail. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho el Señor de los ejércitos”, Zacarías 4:6.

“El justo por su fe vivirá”, Habacuc 2:4.

Para meditar:
“En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”. Jueces 21:25.

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