20 de mayo de 2008


SIN ANESTESIA

“Estar entre la espada y la pared es pan de cada día, sobre todo en aquello relacionado con nuestra conciencia… estar en estrecho en las situaciones que ameritan explicitar o describirle a Dios mis sentimientos, mi verdad por más cruda que esta sea es un ejercicio que pocos hemos aprendido, o mejor dicho, estamos tratando de aprender. A esto yo le llamo ser deslenguada/o…”

Por Loreto Tabilo

Una mañana, en realidad fueron varias mañanas, desperté con esa inseguridad que a las mujeres nos suele caracterizar, esa de tipo angustiosa, punzante y la que es capaz de vulnerar hasta tu identidad espiritual, ni para que decir donde quedan esas promesas que con tanta vehemencia hemos buscado y que el mismo Dios de la Biblia se ha encargado de escribirla sobre nuestra mente y corazón. Inseguridad del futuro pero que se materializa en el presente, esa que te hace decir…. “chuta ya tengo 32 años, en promedio casi en la mitad de mi vida, sigo en la misma pega con pocas o casi nulas posibilidades de posicionarme profesional y porque no decirlo, económicamente; no he podido seguir perfeccionándome en mi carrera, con lo que me gusta estudiar; la familia que sigue viviendo su vida, en la mayoría de los casos, lo que es peor, sin Cristo; espiritualmente sin sobresaltos, lo cual no sé si es bueno o es malo, depende de donde se le mire, supongo… y más encima ultra soltera, sin que nadie me apachurre o que emocionalmente me entusiasme,”. Entonces siento que no pasa nada, de verdad nada… nada que me saque de la rutina o nada que sea simplemente diferente a lo que estoy acostumbrada a que suceda.

En definitiva, tomar conciencia que tu vida es como la jerga popular lo dice “parejita”, siempre tocando la misma tecla y más aún en el plano espiritual, donde sigues siendo la misma o el mismo…es frustrante. Los frutos de vivir, en la medida de lo posible, alineados con la Palabra de Dios son apocados por el regurgitamiento permanente de la carne (Marcos 7:20-23, 1 Juan 2:4), por tus malos pensamientos (no quisiera ahondar en este punto, tú y yo sabemos de qué se tratan); por tus celos y envidia, sobretodo de los logros del resto que se multiplican o agrandan cuando estás viendo pasar tu “vida plana” por delante de tus narices; o simplemente por las veces que adulteras espiritualmente cuando el Espíritu Santo no está ejerciendo soberanía en tu corazón, en el trono de tu vida.

Sí Señoras y Señores, soy adúltera, lo confieso… estoy molesta de esta latente extorsión y desasosiego, pero no seas ligero o ligera en tirar la primera piedra… ¿qué hay de ti?, ¿qué te pasa cuando debes asumir tu vida tal cual es?, ¿qué te ocurre cuando debes decirle a Dios lo que realmente te pasa, lo mal que te sientes por la rutina y la vida inanimada que llevas, lo molesto/a que estás con la situación, que simplemente discrepas con lo que Él opina o permite que ocurra en tu vida, por más que sepas que Él puede hacer lo que quiera en ella?

Opción 1: le bajas el perfil y sólo te limitas a decir Ok! que ocurra lo que tenga que pasar u Opción 2: confiesas lo que realmente te pasa, sin adorno, si máscaras, sin superficialidades, así no más, tal cual como lo estás sintiendo, con nombre y apellido…. claro con respeto, pero “al callo”. ¡A eso le llamo ser deslenguada/o! Pero, qué pierdes si Dios ya lo sabe (Salmos 139:1-6) o ¿qué crees, que Dios se sorprenderá de la noticia? No será un poco iluso de tu parte pensar que Él no conoce de tus cargas, de tus preocupaciones, de tus enojos, de tus emociones y por supuesto, de tus hartamientos. Esto he aprendido, en la incomodidad de esta situación, porque no me enorgullece creer que hay momentos en que convivo con la duda, en la cautividad de la pasividad, pero si me es meritorio comprender que Dios ha permitido esta incomodidad para avanzar hacia otros niveles de conocimiento y disfrute, hacia la “Transición”, el paso de una vida común y ordinaria a una de excelencia, justo en el medio del fluir de su Espíritu, una que es capaz de “ver”, como el ciego Bartimeo (Marcos 10:51-52) no las circunstancias sino a Jesús en medio de ellas.

Claramente el tomar conciencia del yo y sus circunstancias tiene un propósito más trascendente que el lamento inmediato, sino más bien, movilizarnos hacia lo nuevo, hacia el cierre de esas puertas del pasado y sus huellas y hacernos dúctiles en sus manos para perfeccionar el carácter de Cristo en nuestras vidas, para romper ese odre viejo y formar en nuestro corazón uno nuevo, de tal forma que sus promesas descansen en él para siempre... “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor…Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído.” (Isaías 65:17-25)


Entonces, si has escondido la piedra con la cual me ibas a juzgar, comprenderé que buscas lo mismo que yo, no un cambio de circunstancias, sino de enfoque. No un torbellino de circunstancias que nos hagan estallar en éxtasis sino que Dios, con su luz, nos alcance, redima y disipe las densas tinieblas que opacan la dirección de su voluntad en nuestras vidas… que solo/a no puedes, no quieres y no debes, que Él con su extraordinaria autoridad lo haga…así de claro díselo!

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